miércoles, 1 de junio de 2011

PAZ



Hay gente que utiliza su blog como un diario abierto. Escribe en él sus sentimientos cotidianos para que otros los lean, o bien cuentan historias pasadas, para que podamos ir conociéndolos mejor. Cuando creé este blog me dije a mí mismo que lo haría en muy contadas ocasiones, y quiero que hoy sea una de ellas.

Era verano de
2003 y me hallaba pasando unos días de vacaciones en Segura de León. Es éste un bonito y tranquilo pueblo de Badajoz donde un buen amigo tiene una casa y me invitó a pasar unos días como había hecho en los años anteriores. Normalmente, y debido al cambio de aguas, siempre estaba un par de días con las tripas revueltas. Normalmente sólo eran un par de días...

Planeaba estar allí dos semanas, pero sólo estuve una. Tuve que volver a
Sevilla porque estaba cada vez peor. En los 20 días siguientes fui decayendo mucho, y me pasaron algunas cosas desagradables relacionadas con cierto profesor de mi facultad (quizá la única persona a la que le deseo nada más que desgracias en lo que le quede de su asquerosa vida). El caso es que en ese corto periodo se reveló la enfermedad que aún arrastro, y que me tendrá atrapado durante muchos años.

Pero vamos a lo que vamos...

La primera vez que me ingresaron en el hospital estaba muy mal. Estuve allí casi un mes. Los primeros 6 días haciéndome pruebas, 9 más en la UCI y 11 en una habitación nuevamente. No recuerdo gran cosa de esos primeros días, porque nunca bajé de 38'5 grados de temperatura, pero sí hay algo que tengo muy claro, y estoy absolutamente seguro de que no fue una ensoñación febril, fue una sensación que tuve. Fue cuando estuve seguro de que tenía muy pocas posibilidades de seguir vivo. Y lo único que lamentaba era no tener un poco más de tiempo para despedirme de mis seres queridos ni dejar mis asuntos en orden.

Jamás en toda mi vida he estado más tranquilo que cuando sabía que me quedaba muy poco tiempo de vida. Dice mi buen amigo Juan Bosco que soy un ser extraño, y creo que aquí tiene una prueba más. Nunca antes tuve una sensación de paz tan plena, ni tampoco después. Yo no andé por ningún túnel ni vi ninguna luz al final. No llegué a tanto; pero sí a esa sensación de seguridad absoluta de que un día moriré (porque en realidad los seres humanos no tenemos verdadera conciencia de ello hasta que lo vemos encima). Aquello cambió mi forma de ver las cosas, y me ayudó a encauzar mi vida; al menos a saber la clase de vida que quiero llevar.

El tiempo pasó, y hoy, casi 8 años más tarde puedo decir que el hecho de morir no me da ningún miedo. Pero que nadie se equivoque, no temo morir, pero sí la forma de hacerlo. Es algo así como el chiste: Las balas no me dan miedo, pero sí la velocidad que traen.

Ésta es mi confesión. Sólo he tenido paz de verdad cuando he estado a punto de morir. El día en el que La Parca me sonría, yo espero devolverle la sonrisa gustosamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

“No inventes, no engañes, no robes ni bebas; pero si inventas, inventate un mundo mejor; si engañas, engañale a la muerte; si robas, roba un corazon y si bebes, bebete los mejores momentos de tu vida”.

“Todos los hombre mueren, pero no todos realmente viven”

De todo lo dicho antes has conseguido casi todo, sonriele a la parca, pero ke sea muy tarde.