viernes, 24 de junio de 2011

Romanticidio (Morir de amor)



Hay días en los que las horas pasan demasiado despacio por la tarde. En las épocas de muy pocas llamadas. Cuando llega el momento en que lo has hablado todo con los compañeros y la gente no recuerda que existes, no puedes hacer más que esperar. Es entonces cuando mi mente conecta el ralentí por si suena el teléfono y tiene que volver al mundo real, mientras que, por otro lado, empieza a navegar por el oscuro mar de los recuerdos antiguos. En realidad son estos los momentos más peligrosos, porque si alguna idea consigue permanecer en el aire más de dos segundos, me resulta extremadamente difícil librarme de ella.

No recuerdo exactamente cuándo fue, pero en una de esas esperas tan largas acudió a la primera fila la historia de Los Amantes de Teruel (será porque siempre que tengo que deletrear algo digo "T de Teruel"), y consiguió permanecer un buen rato ahí...

Cuenta la historia que Juan Diego Martínez de Marcilla e Isabel de Segura eran dos jóvenes de las principales familias de Teruel; pero ya fuese por las frecuentes desavenencias entre familias rivales, ya fuese por razón de la limpieza de sangre, los padres no estaban de acuerdo con esos amores. Y los padres de Isabel decidieron casar a la chica para no dar lugar a que creciese aquel amor no consentido.

Se señaló el día de la boda y Juan Diego sintió la necesidad de despedirse definitivamente de su amada, y una noche escaló la tapia del jardín (como era costumbre). Tras algunos requiebros amorosos, el chico le pidió una prenda de amor a su amada: UN BESO.

Casta y obediente a la voluntad de sus padres como era Isabel, se lo negó, aunque su corazón le pedía aquello y mucho más. Aquella negativa fue más fuerte que el corazón lacerado del infortunado Juan Diego: se le borró el mundo de la vista, quedando en sus pupilas la dulce y atormentada imagen de su amada, y cayó allí mismo desplomado. Al entender su corazón que nunca más podría latir para Isabel, prefirió dejar de latir para siempre.


El día siguiente la familia de Juan Diego Martínez de Marcilla estaba llamada a funeral en la Catedral, y dos horas más tarde, en la misma iglesia estaba llamada a boda la familia de Isabel Segura. A la desafortunada amante, perdida en el delirio del amor perdido, y condenada a amar a quien no la amaba, los pies la condujeron con determinación hacia el funeral prohibido. Se acercó a contemplar a su amor. Y al ver aquellos labios aún abiertos pidiéndole el beso que le negara unas horas antes, no pudo resistirse a esa última petición callada de su amado, y postrándose junto a él le dio el beso de despedida.

El beso de Isabel fue de los que resucitan a los muertos. Pero le faltó a ella el aliento para sobrevivir a aquella explosión de dulzura y amargura. Su corazón estaba ya tan malherido que sucumbió a la violenta sacudida de aquel beso. Maravillados los asistentes de la duración de aquel beso, quisieron levantar a la muchacha, pero el beso la había transportado a la eternidad. La familia de Diego se doblegó a la violencia de aquel amor, tendieron a Isabel junto a su amado, celebraron por ambos el funeral, y juntos fueron sepultados para eterna memoria de aquel amor.

Creo que lo anterior no es más que una hermosa leyenda. Explica perfectamente lo que se siente cuando es la persona a la que amas la que te hace daño. Pero llegar a morir por ello es demasiado (aunque se desee). Tan sólo podemos arreglar las cosas estando vivos, aunque sea una mierda de vida la que te queda cuando te rompen el corazón, siempre se puede arreglar, siempre hay nuevas oportunidades de ser feliz... . Tal vez se podría usar esta historia como un buen ejemplo del romanticismo llevado al extremo y de lo dañino que puede llegar a ser.

Desde otro punto de vista, también he querido reivindicar a nuestros Romeo y Julieta, y, quién sabe, quizá Diego e Isabel inspiraron de alguna forma la historia de los amantes italianos. Cosas más raras se han visto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Doy fé de que el amor puede llegar a ser muy dañino. Aunque amor que daña, no es amor, si no egoismo por alguna de las dos partes.
Una historia preciosa Fede. A mi me encanta viajar, soñar despierta, pero siempre conviene tener los pies en la tierra.
Alguna vez un sabio amigo me dijo que el amor se construye día a día y se va forjando a base del estar ahí día tras día...

Anónimo dijo...

El amor es una enfermedad ke con el tiempo se cura o se puede convivir con ella :P.